Marfil y Humo (pt3)
De repente, ella abre sus ojos. Mi tiempo se terminó. A la angustia que se forma en mí, sólo la iguala la ternura que siento por ver su rostro, con sus ojos fijos en la nada y su sonrisa que no puede reflejar más que inocencia pura. Sus ojos se clavan en los míos, y lentamente su sonrisa se apaga. En mi cabeza pasanhoras y horas de tensión. no sé qué decir ni qué hacer, pero no puedo evitar mirarla a los ojos. en los diez o pocos más segundos que probablemente pasaron, que para mí duraron una eternidad, mi estómago sufrió los estragos de 100 años de guerra, y todo por verla a ella. Su boca se abre para pronunciar un
hola, que resonó en mi mente como 100 ángeles y sus trompetas a la vez. No pude contestar, sólo sonreír. Necesitaba decir algo, tenía muy poco tiempo antes de perderla de nuevo, y muy posiblemente, para siempre. Tenía que confesarle lo que había sufrido sin ella, tenía que revelarle lo mucho que aún la amaba y lo mucho que la necesitaba. Tenía que hacerle ver que ella sentía lo mismo por mí, aunque no quisiera darse cuenta de ello. Debía de hacerle creer de nuevo que el amor es la única cosa por la que vale la pena vivir, que es la única fuerza que vale más que la vida misma, y que era esa fuerza la que me había permitido seguir con vida después de tanta miseria y decepci+on. Estaba en un trance pensando en todo esto, y no me di cuenta que ella se estaba alistando para irse. Fue cuando escuché que su voz me dijo
me tengo que ir, que desperté. Le escucho decirme
adiós al cerrar la puerta tras ella, y yo, paralizado en mi silla, con los puños cerrados y los ojos empapados en lágrimas, sólo pude decir
"Adiós".