Marfil y Humo (pt1)
¿Qué soy yo? ¿Qué estoy haciendo? Ya no sé más.
Ahora me veo aquí recostado, y sintiendo de nuevo lo que no quiero sentir. Las sábanas blancas me dan un poco de paz y un poco de angustia a la vez. Los remolinos de humo que veo y que siento simulan a lo que percibo dentro de mi cabeza. Encaje negro en el borde donde las sábanas terminan, me provoca una sonrisa, y aún así, una nueva angustia. en esta oscuridad sólo distingo el contraste entre el humo gris, las blancas sábanas y lo que pasa en mi cabeza. Volteo a mi derecha lentamente y ahí está ella. Su sonrisa me parece la de un ángel; su carita blanca resplandece en la oscuridad, y sus dorados cabellos enmarcan esa belleza. En su cintura apenas y se nota donde la sábana empieza a cubrirla. Sus curvas, tan delicadas, como seda; sube por su cintura una estela blanca, como ángeles corriendo por montes en el cielo, llegando a sus brazos y acariciándolos con la ternura de un dios de misericordia. Sus pechos, recostados perfectamente sobre sus manos puestas en la superficie de las sábanas, invitan a mis caricias amorosas. El humo cesó, así que enciendo el fuego que lo provoca de nuevo. Me siento tan impotente. Tengo a un ángel a mi lado, y sé que no estará ahí por mucho tiempo. ¿Porqué no puedo quedarme con ella? Si ella tiene mi corazón, ¿No podría yo irme con él? Hace mucho tiempo que se lo dí, y parece gustarle, si no le gustara me lo habría devuelto de seguro; ¿Porqué entonces no me da ella el suyo a cambio? Ahora lágrimas se deslizan por mis mejillas, y se forma un nudo en mi garganta. Me pregunto qué sería de mí si jamás la hubiera conocido, y me respondo que definitivamente fuera para peor. No puedo imaginar ahora una vida que ella no hubiera formado, no puedo imaginarme sin un trozo de ella dentro de mi alma. Siento una ráfaga de aire helado que no viene de ningún lado. En la oscuridad de la habitación no puedo distinguir ninguna abertura por la que pueda haber entrado ese aire. Sé que el lugar está completamente sellado, y a pesar de que se escuchan las gotas de lluvia golpeando los alrededores, estoy seguro de que no hay manera en que esa ráfaga de viento provenga de fuera. Me doy cuenta, entonces, el aire helado que siento, viene desde adentro. Dentro de mi mente, dentro de todos estos pensamientos de oscuridad, toda esta negatividad, me hela desde muy dentro. Creo que esto es la muerte del alma. Un frío interno insoportable, que congela mis huesos y mis pensamientos: éso es lo que la muerte significa. Me siento muerto. Me siento frío, sin vida. Basta sólo una mirada hacia ella para provocar un poco de calor que no durará más que unas horas, y no volverá una vez que el frío lo haya apagado. No volverá una vez que ella se haya ido...